"Debemos volver a darle sentido a la innovación"

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Firmado por Javier de Miguel, Ecosystem Director de PATIO Innovation & Startup Campus

En los últimos años la palabra innovación ha inundado el sector empresarial, especialmente en aquellos nuevos negocios y emprendedores que ven con ansias la necesidad de cambiar y adaptarse para alcanzar nuevas vías de crecimiento y/o subsistencia. Pero ¿qué es la innovación? ¿Cómo podemos innovar si estamos continuamente centrados en esta tarea? ¿Es la innovación la única forma de crecer o es la que mayor posicionamiento da a los nuevos negocios?

Lo cierto es que la innovación no siempre es la mejor opción. Las tensiones que genera y el polvo que levanta puede llevar a la organización a un proceso francamente dañino. Si bien es cierto que las propuestas de valor son dinámicas y tienen fecha de caducidad, también lo es que no siempre se dan las condiciones necesarias ni existen los incentivos correctos para que se aborde. Aceptar que el contexto en el que se opera la innovación es crucial es clave para no sumirnos en una espiral en la que invertir tiempo, recursos e ilusión sin que exista la posibilidad de llegar a algún lado. Vamos, evitar frustración y tensiones innecesarias. Se necesita madurez para aceptar que aunque existan innovaciones incrementales para poder generar un game changer, se requiere pasar hambre. De vivir dificultades o de ir contra natura cuando la empresa está en período de estabilidad, si es que la estabilidad sigue existiendo a día de hoy con este nivel de incertidumbre y ciclos tan cortos de cambio. 

En los últimos años, el relato nos ha llevado a centrar el tiro de la innovación en las startups. Son múltiples los vehículos de innovación abierta presentados como un marco de relación en los que éstas lo visualizan como una forma de crecer rápidamente y establecer sinergias con empresas más grandes para acceder a un tamaño de mercado mayor, canales de distribución, recursos, etc…. Sin embargo, aunque este marco relacional de innovación supuso una bocanada de aire fresco para emprendedores y corporativos, puede acabar por colapsar el sistema, ya que son tantas las calls abiertas y los concursos a los que las startups presentan sus soluciones que hay un riesgo real de canibalización del propio ecosistema. Uno demasiado atomizado como para no afectar a los propios agentes. 

Entonces ¿hemos perdido el sentido de la palabra innovación? ¿Tenemos claro qué modelo relacional necesitamos para alcanzar nuestros objetivos? ¿Sabemos de quién nos tenemos que rodear para abonar un contexto que nos lo permita? Todo apunta a que debemos repensar desde dónde queremos relacionarnos, de quién debemos estar acompañados y dónde puede suceder el contexto que puede favorecer lo que esperamos que ocurra. De acuerdo con el informe de la Fundación para el Conocimiento madri+d, España es uno de los países más entusiastas con la innovación abierta, destacando aspectos como el alto número de empresas con una unidad dedicada a la innovación abierta o el interés en la ciberseguridad. De hecho, solo en la Comunidad de Madrid, el 52% de 172 entidades de apoyo a startups trabajan en innovación abierta. Esto quiere decir que más de la mitad de las entidades que trabajan en impulsar el trabajo de las startups buscan constantemente en ellas nuevas ideas y proyectos con foco en la innovación, descuidando con frecuencia el crecimiento de sus emprendimientos por otros cauces. Y es que cada vez son más las empresas que se unen a abrir procesos de innovación abierta bajo el paraguas de la ayuda al emprendimiento pero la realidad es que no siempre estos procesos llevan aparejada la mentalidad adecuada y los incentivos correctos. Por ello, por un tema de tamaño y músculo, las startups pueden estar en una posición vulnerable cuando se enfrentan a una call. Esto nos hace aún más responsables de lo que prometemos y estamos dispuestos a poner para que éstas puedan lucir sus soluciones y darles la oportunidad de que puedan prosperar. 

Llegados a este punto ¿es la innovación abierta una mala praxis o es suficiente para acometer ciertos problemas de las empresas? ¿acabará en algún momento esa fuente inagotable de soluciones? El problema en sí no es la innovación abierta, sino la innovación abierta mal entendida, concebida como un proceso interno pero externalizado de las empresas. De ahí que entender el modelo relacional que necesitamos en función de que necesitamos, cómo lo necesitamos y dónde lo necesitamos sea clave. La naturaleza del problema determina la tipología de la solución. Tener en cuenta esto es fundamental para no entrar en ciertos “como si” o “dejes” en los que ha entrado la industria de la innovación. Vamos, evitar el teatro, la eventosis y la calls innumerables en las que muchas startups se enrolan y languidecen ante la promesa incumplida con la que fueron captadas, 

Recuperemos el sentido de la innovación, seamos conscientes de los modelos que necesitamos desplegar y miremos a la contraparte con los ojos del que se embarca en un aventura de riesgo no falto de turbulencias, tensiones e incertidumbres.

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